sábado, 20 de agosto de 2011

Paganismo y luciferismo VI




“Animus ad amplitudinem mysteriorum pro modulo suo dilatetur; non Mysteria ad angustias animi constringantur”. Filósofo Bacon

La teoría más aceptada por los investigadores helenos es que las pirámides fueron tumbas. La concepción más extendida es que fueron construidas por una masa de cautivos egipcios bajo el mando de un faraón todopoderoso. Los especialistas griegos crearon ingentes hipótesis, entre ellas las de que al tener que trabajar tantas horas al día no podían sublevarse. Pero esta hipótesis se encausaban al efecto religioso: que en los tiempos en que el río Nilo entraba en la fase de la crecida, el ocio se extendía en toda la sociedad. Con la construcción el ocio era eliminado y el pueblo no tenía tiempo para abordar las pasiones y el desorden de las costumbres.
El cálculo que se posee es que son diez millones de metros cúbicos de piedras el volumen de los monumentos en la meseta de Giza, y por lo tanto el trabajo que supone debió involucrar a toda la sociedad egipcia de ese tiempo.
La visión oficial sobre el carácter y objetivo de estos monumentos es que están creados aleatoriamente. Y que fueron los faraones los responsables de sus respectivas construcciones. Los estudios no ortodoxos llevados a cabo por un gran investigador como Flinders Petrie 1, determinan que estos monumentos están obedeciendo a un plan bien trazado.
En 1984, la Universidad de Yale a través del especialista Dr. Mark Lehner postuló que las vinculaciones trigonométricas de los tres monumentos tenían un factor común a los que nombró “El plan unificado de la meseta de Giza”2. En esa misma óptica (de las matemáticas modernas), otros especialistas como Robin J. Cook y John Legon3, descubrieron que los tres monumentos de Giza poseían o se integraban en un rectángulo y que en su aspecto de longitud poseían en codos egipcios 1,000 por raíz de 2; la diagonal concluyente es 1,000 por raíz de 5. Este complejo geométrico determina que estos monumentos no se encuentran aleatoriamente y no son ninguna obsesión de los llamados faraones ‘creadores’ como Keops, Kefrén y Micerinos.
Entre las hipótesis modernas en el terreno de la antropología mítica se le ha dado especial énfasis a la llamada Teoría de Orión. Dicha teoría está representada por los eruditos Robert Bauval y Adrian Gilbert4. Pero el cimiento de dicha teoría nace en 1964 con los investigadores A. Badawy y V. Trimble. El descubrimiento consiste en que los canales que sirven para la ventilación y que se proyectan tanto en la Cámara del Rey como la de la Reina, tenían un señalamiento a ciertas estrellas (de Orión, de Sirio y la de Osa Menor).
En 1993, un matemático germano nombrado Rudolf Gantenbrink5 introdujo un artilugio-robótico por uno de estos canales y descubrió que dichos orificios poseían una especie de curvatura y que la circularidad no era exacta con las estrellas que apuntaba el canal. Este matemático tuvo que aceptar que la teoría que postulaba Bauval y Gilbert sí tenía una disposición geométrica con las estrellas de Orión, en especial con Al-Nitak, Al-Nitam y Mintaka. El análisis llevado acabó por el erudito Bauval concluyó que el ángulo de las pirámides era el de las estrellas, pero no en el tiempo de la IV dinastía, sino en la época de 12,500 años (a.C.). Los académicos de las proposiciones oficiales sostienen que las pirámides no se erigieron en esa fecha, pero no pueden explicar el por qué los monumentos señalan esa fecha (12,500 a.C.), como si en ese tiempo sucediera un evento de máxima importancia para los egipcios.

En el contexto mítico esta cultura ha sostenido que sus dioses provenían de una región estelar conocida como la Duat 6. Esta región se ubica en la constelación del Cazador (de donde provenía el dios Sahu). Dicha área fue relacionada con Osiris, pero también con la constelación del Can Mayor, cuya máxima representación es la diosa Isis. Esa región estelar los egipcios la emparentaban con el río Nilo. La creencia era que lo monumentos debían también representar la región estelar. Lo curioso de estas creencias es que los antiguos egipcios conocían que el sistema de Sirio poseía tres estrellas gemelas (a Sirio-B, la descubrieron a principios del siglo XX y la tercera estrella, Sirio-C, al final del siglo pasado. A Sirio-A siempre se le ha visto en el firmamento). El mito egipcio estaba íntimamente relacionado con la religión y su concepción de la ciencia.
La apuesta crítica que sostiene que era imposible que una civilización que recién salía del Paleolítico y que se encontraba en la Edad del Cobre, pudiera en un breve lapso de tiempo alcanzar la complejidad y el desarrollo del que disfrutó dicha civilización. Los investigadores que representan el espacio conservador argumentan que se trata de leyendas y mitos. En contra de esta concepción se interpone la opinión de Manetón (quien fue sacerdote de Amón en Heliópolis)7, y quien tuvo a cargo los documentos más antiguos del templo. Y hasta ahora su opinión cronológica es la que sirve a los egipcios para determinar el orden de los monarcas que dirigieron a Egipto. La exposición de Manetón que no es muy gozosa para los investigadores modernos que no logran encajar sus concepciones en los encuadres históricos rígidos, es que previo a Manes, quien fue el primer faraón de la primera dinastía, existieron tres grandes épocas. La primera fue dominada por los semidioses; la segunda por los grandes Reyes al servicio de un dios, Horus (entre esos dos ciclos históricos pasaron 15, 150 años); y la última una época predinástica de reyes divinos (cuya duración es de 13, 777 años). El total de los años sumarían 28, 927 antes de los faraones que conocemos históricamente.
Retomando el caso de la Gran Pirámide, los investigadores y arqueólogos de la línea conservadora sostienen que dichos monumentos son tumbas. Pero cuando los obreros al mando de Al Mamún rompieron la entrada sellada de la Gran Pirámide no encontraron ningún cadáver. En 1954, el especialista Zacarías Goneim (de origen alemán)8, descubrió en la zona de Saquara el monumento-pirámide de Sekhen-Khet. Cuando penetraron a dicha pirámide encontraron el sarcófago bien cerrado con una resina especial para que quedara bien tapado. Fue invitada la comunidad científica especializada en la egiptología, además de las élites políticas y religiosas. Cuando abrieron el sarcófago no encontraron absolutamente nada. Bajo una sorpresa tremenda hicieron los análisis de laboratorio para detectar materia orgánica, pero todo fue negativo. Lo único que había en el área fue una pequeñísima estatua del faraón Keops (de 15 centímetros de altura). Ya el historiador griego Heródoto9 había asignado el origen del monumento y el mausoleo a dicho faraón. Lo enigmático de esto es que en una lectura en los bloques conocida como la Estela del Inventario, se afirma que las tres pirámides ya existían previas a la historia que la refiere. Además nos informa que Keops construyó su tumba al lado de la Gran Pirámide (cuyo nombre era Templo de Isis); pero que edificó otra pirámide para su hija, al lado del gran monumento. Pero en realidad no hay pruebas de que fuera Keops el constructor. No hay ninguna evidencia o inscripción en dicho monumento que lo señale a él.


Pero lo cierto es que el monumento está ahí. Lo que lleva a muchas dudas es que apenas en la Época del Cobre pudieran transportar tamaños bloques de decenas de toneladas, cortar granito, conocer el año solar de 365, 2425 días, ahuecar diorita y midiendo al ojo (con el ‘Merjet’ o ‘Vara del Observador de las horas’) para lograr la gran precisión. Todavía la duda eleva su constancia: cómo lograron el ajuste óptico necesario en los bloques de revestimiento. Pero más inaudito es la orientación del monumento y su ajuste con relación a ciertas medidas modernas como el cronómetro, Tablas Astronómicas, Teodolitos y los modernos ingenios de la agrimensura. Resulta sumamente complejo que al mensurar la Cámara del Rey, el error de paralelismo es de 0,08 mm (explicado como un diferencial completo de 3 mm de los lados de la base de la majestuosa Gran Pirámide).
La naturaleza de la nivelación prosigue su incógnita en la época moderna de hoy en día. Es decir, que el ángulo Sur-Este se encuentra solamente a 15 mm más elevado que el Norte-Oeste. Incluso cuando el terreno posee un desnivel en el centro formado de piedras y fuerte robustecimiento de la arcilla.
El eminente matemático John Taylor10 tuvo la precisión de descubrir que el perímetro de la base es igual al de la circunferencia; si la altura se iguala con el radio (siendo el mismo resultado si se obtiene el perímetro de la base por el doble de su altura: asegurando esto el número Pi). Ya en la antigüedad el historiador Heródoto informaba que los sacerdotes de los ritos paganos egipcios le informaron que si en un cuadrado que llegase a tener los lados iguales a la altura de la pirámide, ésta tendría la misma superficie en el caso de las caras que son triángulos (la referencia es a la Gran Pirámide).
La Gran Pirámide está considerada como un monumento (por los especialistas de la geometría) que representa lo que se conoce como Prismas de Arquímedes11. Esta categoría obedece a que la superficie lateral de un prisma dado que se encuentra establecido en un rectángulo con base semejante a la pirámide y con la misma altura, es igual a un área de la mitad de la circunferencia si el radio es de la misma altura de la pirámide. Esto implica que la base de esta semiesfera proyecta una circunferencia de igual tamaño que el basamento cuadrado de la pirámide. Todavía hoy en la postmodernidad no hemos podido establecer una equivalencia exacta entre un cuadrado y la circunferencia. La gran Pirámide es una paradoja, pues ella determina la cuadratura del círculo, pero además, la ‘cuadratura’ de la esfera.
Pero la sorpresa de este monumento sigue en progreso: a escala decimal, la altura de la pirámide determina la distancia con el Sol en el perihelio. Pero también a escala decimal, la superficie de la tierra (tomando la analogía de la esfera). Las expresiones laterales de un prisma cuya configuración sea la Gran Pirámide, se establece en forma decimal otra exactitud: la órbita de nuestro planeta en torno al Sol. Estas analogías cumplen a plenitud una equivalencia conocida en la alta geometría como el Coeficiente de Bridman (una vinculación entre dos esferas cuya expresión es 16/Pi). Esto es, una relación entre un micro-universo (representado por una esfera), y el macro-universo (representado por otra circunferencia cuyo centro se encuentra en cualquier punto de la macroesfera). En la determinación del mito, es una proyección de la inteligencia creativa. En lo concerniente a La Esfinge, está considerada como uno de los mayores logros de esa civilización. Su nombre antiguo es Abu-el-Hol, cuyo significado es “el padre del terror”. Todo indica que posiblemente es un símbolo de protección, dado que su ubicación geográfica es de vigilancia. No existe fecha exacta de su construcción, pero la oficialidad arqueológica la sitúa en la IV dinastía; cuyo faraón de nombre Kefrén se le imputa su construcción. Este monumento está absorbido de una enigmática leyenda: el faraón Tumosis IV tuvo un sueño premonitorio, donde la divinidad del León se le apareció y le anunció que gobernaría en Egipto (pero él no era el preferido por la aristocracia gobernante). En esta leyenda se añade otra particularidad: la divinidad le pidió que limpiara el monumento de las arenas que le cubrían el rostro. Cuando Tumosis llegó al trono, lo primero que hizo fue la limpieza del monumento. La estela que describe estos pormenores presenta un templo realizado por Tumosis IV en honor al sueño premonitorio. Hasta ahora no se ha encontrado ningún templo adyacente a La Esfinge. Los antropólogos físicos creen que puede estar situado en algún subterráneo en los alrededores de las garras del león.
En la década de los años noventa, los especialistas Thomas Dobecki (geofísico), y Robert Shoch (geólogo)12, descubrieron cuatro canales bien amplios situados en las garras y que se extienden a ambos lados del monumento (una de dichas cavidades posee 9× 12 metros). Se llegó a creer en principio que se trataba de un accidente en el terreno, pero luego se determinó que era de origen humano.
El significado mitológico de las esfinges en el Egipto antiguo poseía una variación de elementos. En el caso del león (las garras), el significado es del fuego (o la mente-conciencia). La Esfinge además tenía otra expresión, la cabeza, cuya representación se identificaba con el elemento líquido del agua (las emociones). Los especialistas en el espacio mítico creen que la cabeza humana que posee La Esfinge, fue una sustitución por algún faraón en épocas posteriores, debido a que si tiene cuerpo de león fue porque su cabeza era la de un león. En cuanto a la autoría se desconoce el constructor. Lo que si sabemos es que el lugar que apunta su majestuosa presencia es el horizonte por donde aparecía la constelación de Leo, pero en el año 12, 500 a.C.
Las construcciones piramidales de Dashur y Meidum (que se encuentran a diez kilómetros de Saqqara y a cuarenta del Cairo), inauguran los orígenes de las construcciones piramidales de acuerdo a los arqueólogos. La oficialidad endosa al arquitecto Snefru las construcciones arquitectónicas realizadas en la IV dinastía. Pero las incógnitas e interrogantes persisten sin solución. Mientras en la III dinastía la arquitectura piramidal usaba un sistema escalonado, en apenas 25 años lograron un dominio absoluto de las caras rectas de las pirámides. Pero surge otra interrogante mayor: 25 años después de la pirámide de Micerinos, regresaron a las pirámides escalonadas (ya en plena V dinastía), como la hacían en la III dinastía. La arqueología tradicional afirma que el constructor de la pirámide de Meidum y de dos de Dashur, fue el faraón Snefru. Pero resulta muy sospechoso que en un período tan corto como 25 años lograra acumular 3,5 millones de metros cúbicos de piedra, con la tecnología rudimentaria que le asigna la oficialidad arqueológica. Pero más controversial resulta saber que en los 3,000 años que permaneció la cultura y sociedad faraónica solamente se usó la décima parte de esa cantidad de piedras.
La confusión de la arqueología tradicional se debe a que originalmente el arqueólogo Achmed Fakhy y el investigador Abd el Salam Hussein (en 1947), descubrieron en unas excavaciones en las cercanías de Dashur, un templo edificado por Snefru (como indican las estelas); además de 1,400 pedazos de bajorrelieves, en un templo cercano al monumento piramidal que nada tiene de parecido con la construcción del monumento. El templo posee una elaboración en adobe, mientras el monumento piramidal una estructura elaborada en piedra de una condición radicalmente diferente al templo. La firma de construcción del arquitecto monarca reposa en el templo y sus proyecciones, y no en la pirámide.
La llamada pirámide ‘acodada’ que la oficialidad en la arqueología le imputa a Snefru (sin una racionalidad que lo justifique), posee en el análisis de la ciencia trigonométrica de sus ángulos, lo que se conoce como la ‘proporción áurea’ (esto es, el ángulo de Isis: lados 3 y 4 con arreglo a la hipotenusa en el orden de 5), y el otro ángulo que corresponde a Phi.
Una de las grandes incógnitas se encuentra en la necrópolis de Saqqara (al lado de Menphis y a 30 kilómetros de la capital, el Cairo). A Imhotep se le adjudican las construcciones en el llamado ‘país del sur’ y del norte. Su presencia fue la de un gran constructor que desarrolló el complejo arquitectónico de Zóser (en Saqqara). Ya el primer autor egipcio (de naturaleza alquimista), Zósimo de Panópolis13 le dedicó su tratado ocultista. En la antigua Grecia, La vara de Esculapio14 se identificó con el icono de Imhotep que era una serpiente bordeando un báculo (y que para la modernidad es la representación a escala molecular del ADN).
La tradición asegura que Osiris perduró en Egipto por 30 días, y que el faraón que llegara a un reinado de 30 años, debería someterse a una muerte ritual con un nuevo renacimiento. La arqueología oficial sostiene que las pirámides eran recintos funerarios, pero las pruebas culturales demuestran que eran verdaderos monumentos a la existencia.
Una verdad inevitable es que los cuerpos orgánicos que perduran dentro de una pirámide por un tiempo, su precipitación coloidal se aceleran a un múltiplo de 15; lo que es sugerente de la protección de los órganos internos y su protección en contra del envejecimiento.
Uno de los dioses del inframundo: Sokar, quien custodiaba la denominada Puerta de los Caminos o Imhet, tenía como escenario el desierto (en la leyenda se expresa que el desierto representa una región importante en un multiuniverso). El barco-solar al pasar por el inframundo en su periplo subterráneo tenía que transformarse en una serpiente para poder avanzar. Las estelas que cuentan estos mitos fueron creadas durante la III dinastía. En esta misma región se conoce también lo que es el Serapeum: un recinto oscuro obliterado en dos galerías15. Según la denominación, es un recinto de culto al buey Apis. Al final de ambas galerías hay una variedad de sarcófagos que no poseen ningún cuerpo de animal alguno.
















Notas

1. - Sir William Matthew Flinder Petrie: The Pyramide and Temples of Gizah (1883).
2. - Dr. Mark Lehner: The Complete Pyramids (London, 1997), in Bibliotheca Orientalis L VI/núm. ½ (1999), 73-76.
3. - Robin J. Cook: The Horizon of Khufu (London, 1996), in Discussions in Egyptology 37 (1997), 119-120.
4. - Robert Bauval and Adrian Gilbert: The Orion Mystery: Unlocking the Secrets of the pyramids (1994).
5.- Rudolf Gantenbrink: ingeniero de tecnologías (de origen alemán) quien logró con un artilugio robótico (pyramide Rover) penetrar ciertas zonas hasta ahora desconocidas. El proceso se inició desde el 1992-3, y duró hasta 2002. Este ingenio poseía cámara y taladro. Mide 12 centímetros de ancho y la altura varía entre las 11 y 28 cms, y 30 centímetros de largo.
6.- Duat (llamada también Amenti o Necher-Jertet), es el lugar del inframundo en la mitología egipcia. Su referencia se remonta a la época del Imperio Nuevo, y tiene como referencia al texto: el Libro de las Puertas.
7.- Manetón: sacerdote e historiador de Egipto (siglo III a.C.). Escribió en griego una historia de Egipto. Su concepción y división de las dinastías egipcias es la que se sigue hasta la fecha.
8.- Manuel José Delgado: Espacio y Tiempo (junio, 1993).
9.- Heródoto: Libro II.
10.-Colin Wilson: Buscadores de estrellas: cinco milenios de historia de la astronomía (Colección al Filo del Tiempo. Editorial Planeta, 1a Ed., junio de 1983).
11.- Prismas de Arquímedes: es el cuerpo consistente en un prisma recto cuyas bases son sendos polígonos regulares: de n lados, y las caras laterales, n cuadrados (siendo el cubo un efecto muy sui generis: para n=4).
12.- Estos especialistas en colaboración con J.A. West, llevaron a cabo un profundo análisis de la roca caliza de La Esfinge. Concluyeron que la erosión era el resultado de una cantidad masiva de agua. Pero las pruebas apuntan al período de la última glaciación.
13.- Zósimo de Panópolis: Ibn Al-Hassan Ibn Al-Tughra’ɪ (Lecciones de Alquimia: Biblioteca de Mirasala/Las Heras, Santa Cruz, Argentina).
14.- La vara de Asclepio (Esculapio) para los romanos. Es un símbolo asociado a la astrología y la medicina. Es también una representación del decimotercer signo del zodiaco: la constelación de Ofiuco.
15.- El 27 de octubre de 1850, Francoise Auguste Mariette (1821-1881), descubrió en la Necrópolis de Sakkara la cabeza de una esfinge enterrada en la arena. Se guió por el texto del griego Estrabón (17,1,32).

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